He enterrado los problemas de mi mente en mi habitación.
Dos cigarros en la noche y vuelvo a ser yo, ya no me doy lastima.
La basura que habita en mi cuarto es la mínima parte de la de mi cabeza.
Es la hora 108, vuelvo a re-programar el despertador. Esperando despertarme en 109 minutos que me conduzcan al final del precipicio.
Respiro entre el cochino humo y el sucio licor, mi mente está oxidada por el olor a flor muerta.
No salgo, me sepulto en un mundo que es igual de falso del que me quejo, siempre me he limitado.
El despertador sonará y 109 minutos no servirán para nada.
¿Cómo me he podido sentir cómoda así? Le preguntaré a los gusanos y a la tierra, tienen el secreto del mundo.
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